Sunday, January 21, 2007

DOS SALTOS

I
Desde arriba,
Mientras los motores aturden toda música,
El mar apenas se adivina bajo un velo con textura del Sahel.
Entre desvelos,
Una pirámide chata se insinúa, pasa de largo y, antes de que pueda atraparla, queda atrás.
Como mis recuerdos del niño cabrero que silbaba en laderas imposibles de imposibles barrancos.
Queda atrás su bosque mágico y una aldea diminuta, arruga en el rostro divino que es este paisaje.
El Teide, en su soledad,
Se muestra sobre el leve y opaco soplo bereber.
Ahí, como si flotara sobre algodón sucio, se enseñorea de todas las miradas.
Los ventanucos del avión se inclinan en pleistecía -maniobra, le dicen, de aterrizaje-.
Una mancha blanca y rala, vestigio de un tiempo en que existía el invierno, refleja un sol desgañitado en su brillo.
Con dos golpes toscos y una voz metálica, me hago de asfalto, de uniforme sobrio, de maletín en mano.
Desde abajo, desde la pista de asfalto, levanto los ojos sobre banderas ceremoniales y orgullosas.
El manto africano me recuerda que no somos nada.

II
Del sur, me dice la azafata sonriente.
Intuyo que, como haima moruna sobre los horizontes, la atmósfera amarilla persistirá en robarnos los paisajes.
El piloto confirma los pronósticos y orienta el milagro con alas en la dirección de donde viene el viento.
Rápido, rápido dejamos el suelo, saltamos la ciudad que apenas inicia sus destellos nocturnos, invadimos un cielo sucio y descreído.
Rápido, rápido, por sorpresa, el sol, de camino hacia su lecho, se muestra colorado y define una silueta grande y negra, la del Teide.
Rápido, rápido encontramos unos acantilados.
Rápido, rápido se deja ver el Roque Nublo, señor propio de todas las piedras y las tormentas.
De puntillas se inclina, como si todavía sintiera la curiosidad infantil de los niños por el avión que pasa.
Rápido, rápido escucho la voz metálica que me invita a prepararme para el aterrizaje.
Rápido, una sonrisa en el aeropuerto. Doy las gracias.
Rápido, cansado, rápido abro la puerta de mi casa.
En la esquina, en el local deshilachado de una agrupación vecinal, rápido, rápido… escucho que cantan una folía amarga.

Thursday, January 18, 2007

PAN Y VINO

Desde mi puesto veo, antes de iniciar el milagro,
Un poco de vino descolorido,
Dos trozos redondos de pan sin cuerpo,
Un mantel blanco y dos velas que, todavía, permanecen apagadas.
Más allá, con pretensiones de solemnidad, un libro con la Palabra.
El sacristán me regala una bella música coral que suena y suena
y quisiera acompañar mi oración un tanto descreída
-las notas apenas disimulan los motores y las rodeadoras y las voces perdidas de la ciudad, que se vino conmigo a esta capilla pequeña-.
Sentado, sin alcanzar el silencio,
Espero un milagro del que soy partícipe.
Cuando dos o tres, o cinco, vecinos viejos,
Mujeres y algún hombre despistado,
Se junten en torno al altarcito,
La luz adormilada e íntima de mi catedral
Será testigo de la Visita.
¡¡Quién puede creer esto!!
¿Puede Dios, el Creador del cielo, hacerse pan de Vida?
¿Puede el Señor de la historia hacerse vino Nuevo?
¿Puede la Palabra hacerse palabras que proclamamos?
Aquel que es tan grande que no cabe en el universo
Se siente a gusto en la pequeñez de esta celebración.
Se siente a gusto en la calle, en la plaza, en el hospital,
En la cuna de la criatura, en la cama de la anciana agonizante,
En la oficina donde comparto la tarea de gente portadora de un misterio.
Aquel al que proclamo en esta oración llena de solemnidades
Se deja ver donde nadie le conoce ni pronuncia su nombre.
Aquel que ama la justicia y la verdad,
Se mezcla en mi vida tan llena de engaños y daños.
Voy a encender las dos velas
Y a decir casi susurrante su Palabra.
Voy a beber un poco de vino descolorido
Y voy a comer un trozo del pan redondo y sin cuerpo.

PAN Y VINO

Desde mi puesto veo, antes de iniciar el milagro,
Un poco de vino descolorido,
Dos trozos redondos de pan sin cuerpo,
Un mantel blanco y dos velas que, todavía, permanecen apagadas.
Más allá, con pretensiones de solemnidad, un libro con la Palabra.
El sacristán me regala una bella música coral que suena y suena
y quisiera acompañar mi oración un tanto descreída
-las notas apenas disimulan los motores y las rodeadoras y las voces perdidas de la ciudad, que se vino conmigo a esta capilla pequeña-.
Sentado, sin alcanzar el silencio,
Espero un milagro del que soy partícipe.
Cuando dos o tres, o cinco, vecinos viejos,
Mujeres y algún hombre despistado,
Se junten en torno al altarcito,
La luz adormilada e íntima de mi catedral
Será testigo de la Visita.
¡¡Quién puede creer esto!!
¿Puede Dios, el Creador del cielo, hacerse pan de Vida?
¿Puede el Señor de la historia hacerse vino Nuevo?
¿Puede la Palabra hacerse palabras que proclamamos?
Aquel que es tan grande que no cabe en el universo
Se siente a gusto en la pequeñez de esta celebración.
Se siente a gusto en la calle, en la plaza, en el hospital,
En la cuna de la criatura, en la cama de la anciana agonizante,
En la oficina donde comparto la tarea de gente portadora de un misterio.
Aquel al que proclamo en esta oración llena de solemnidades
Se deja ver donde nadie le conoce ni pronuncia su nombre.
Aquel que ama la justicia y la verdad,
Se mezcla en mi vida tan llena de engaños y daños.
Voy a encender las dos velas
Y a decir casi susurrante su Palabra.
Voy a beber un poco de vino descolorido
Y voy a comer un trozo del pan redondo y sin cuerpo.

Saturday, January 13, 2007

CAUSAS GRANDES Y ACTORES PEQUEÑOS

Las mejores causas, aquellas que tienen que ver con la justicia, los derechos humanos y civiles, la protección del medio ambiente, cuentan, a veces, con medios y personas no tan bien preparadas. En muchas ocasiones, cuando leemos las cosas que suceden con las grandes especulaciones inmobiliarias y los planes urbanísticos, o nos enteramos de cómo se actúa en la toma de decisiones económicas, las propuestas de cambios energéticos, las medidas convenientes para las afrontar el fenómeno de las emigraciones, etc., siento que la mayoría de las personas bienintencionadas de ONG'S y movimientos vecinales o ciudadanos estamos, como se dice vulgarmente, en pañales. Como si todas las grandes decisiones que condicionarán mi vida, la nuestra y la de la gente que está por venir, nos cayeran encima, sin que las personas de a pie sepamos siquiera de qué va la discusión o cuáles son los argumentos y posibilidades que entran en la misma.
Creo con firmeza que los pueblos y las sociedades tienen que tener capacidad para decidir sobre las grandes cuestiones. Sin embargo, es claro que la complejidad de los problemas y el poder del dinero, hacen necesarias cosas mas fuertes que las buenas intenciones y el compromiso ingenuo de unos muchachos y muchachas que se asocian en una ONG.
Por eso, cuando leo las historias de la infancia de Jesús, perseguido por un poderoso rey que se hacía pasar por benefactor con el único propósito de localizarlo y, a continuación, liquidarlo, me pregunto si como ciudadanos y ciudanas, al menos quienes nos sentimos tocados por la fe cristiana, no deberíamos convertirnos en gente recia, fuerte de carácter, inteligente, estudiosa, generosa en la entrega, audaz en la búsqueda, capaces de afrontar empresas grandes, con resultados efectivos. Para eso necesitaremos una cuerda espiritual poderosa que nos ate al sentido común y a la fe esperanzada y trabajosa de Jesucristo. José se ató a esa fe y emigró con su familia a Egipto. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para que nuestro mundo no quede en manos de avispados que usan la complejidad y las dificultades para enriquecerse sin entrañas de misericordia?

HIJA DE LA LUZ Y OTROS POEMAS de Carmen Isabel García Felipe

Hija de la luz... …Así me llamas Jesús. Una lámpara encendida que duerme de noche y busca de día. Horizontes que se alejan; no dejan ver el ...