Sunday, March 05, 2006

MEDICAMENTOS

Tenemos reina de las fiestas, polémica por Los Indianos -carnaval tradicional-, nueva y exuberante dragqueen, líos sobre los ruidos que generan quioscos y tómbolas, pleitos judiciales y, seguro, muchas risas y buenos ratos.
En el carnaval, creo yo, hay algo sano de ese saber parodiar y reír sobre nuestros propios defectos o sobre nuestras pretensiones de grandeza y nuestras debilidades más bien notables.
Algo de sano hay en la farándula carnavalera; sin embargo, demasiadas cosas poco esperanzadoras en nuestro entorno. A veces, después de poner mucha esperanza, mucha ilusión en trabajos preciosos, en amistades que prometen mucho, en relaciones familiares que parecen ser constructivas, nos encontramos con malas caras, fracasos absolutos, personas poco fiables. Sucede un poco con todo. Y sucede también con cada cual. Al menos, a mí también me pasa: no siempre consigo cumplir mis compromisos con la mejor calidad, me encuentro con defectos y comportamientos que no consigo desterrar y de esas cosas que no siempre son válidas y preciosas.
Así, podríamos perder la esperanza. Podría suceder que nos quedáramos sólo con las imágenes de los fracasos o de las personas que no actúan con ética. De ese modo, el cinismo y el desánimo se dan la mano.
Por eso, echo de menos boticarios que receten medicamentos antidesesperanza. Sugiero estos tres: en primer lugar, una buena dosis de humor; no está mal que nos quitemos los tacones y podamos reírnos al contemplar nuestra propia estatura (¡somos encantadora gente corriente!). Lo segundo es una mirada amable sobre los regalos de la vida: desde una buena amistad a una preciosa puesta de sol con un vasito de vino en la mano. Lo tercero, y esto es para nota: poner el empeño en enderezar cosas torcidas. Al fin y al cabo, esto es aquello que decía Jesús: El médico no lo necesitan los sanos, sino los enfermos.

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